El agua
trae su silencio de piedra, la arena deja la huella ajena, de los niños cuelgan
árboles. Después del atardecer los padres se van a la hora de cenar. Cuando los
ojos ya no están comienza a desnudarse la mirada. Todo se desnaturaliza sobre
todo la naturaleza. Y es entonces cuando cae la noche que el lugar habla, quizá
nunca podemos escuchar los secretos que a esa hora se atreven a contar: que más
allá de la sierra, un gigante gris viene comiéndolos y su amplificador calla al
tambor criollo hecho del cuero de la tierra. Se va quedando en el viento un
temblar de miedo y las heridas de la noche se hacen gallo en la mañana que
viene a levantarnos, pero nosotros seguimos adormecidos escribiendo una canción
que jamás será cantada…
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